Heliconias del río

El emprendimiento verde que aflora en el municipio de Tejutepeque, El Salvador

PRENSA FIAES

Situado en las riberas del río Aseseco, un pequeño afluente que bordea la comunidad Santa Olaya, en el municipio de Tejutepque. Esta experiencia motiva y alienta los esfuerzos de conservación ambiental en El Salvador.

En contraste con el paisaje deteriorado por las prácticas agrícolas que tumban hasta el último arbusto, este oasis de esperanza surge gracias a las nuevas prácticas de producción que implementan pequeños agricultores, en parcelas que combinan la cosecha de frutos con la cobertura boscosa. 

Temprano en la mañana, llegamos a la oficina de la Asociación para el Desarrollo Integral de Tejutepeque (ADIT), ubicada en la periferia de este municipio.

Nos acompaña el técnico de proyecto para aventurarnos en este viaje por la zona rural. ADIT es una de las 314 entidades aliadas del Fondo de Inversión Ambiental de El Salvador (FIAES) que ejecutan los proyectos socio ambientales, en el desarrollo de una estrategia basada en Planes de Desarrollo Local Sostenible (PDLS), la herramienta de gestión y planificación estratégica para la implementación territorial realizada por FIAES, formulada sobre la base de una visión territorial y cuyo propósito central es garantizar los servicios ambientales que brindan los ecosistemas para una mejor calidad de vida de las poblaciones.

Mientras recorremos las angostas y húmedas calles que bajan hasta cantón Santa Olaya, se observa el embalse Cerrón Grande situado sobre el río Lempa, el cuerpo de agua dulce más grande de El Salvador, que recorre desde Guatemala, pasando por Honduras hasta nuestra costa del Pacífico.  Avanzamos, entre cerros carentes de cobertura boscosa, es un paisaje triste. Son evidentes las huellas de la explotación agrícola intensiva para el cultivo de granos básicos, medio de vida de la comunidad.  Al llegar al centro de la comunidad, el panorama cambia. Nos recibe con una tímida sonrisa y la calidez típica de los inquilinos de esta tierra, su nombre es José Víctor López, quien, a sus 55 años de edad, lidera a una de las familias que han optado por cambiar las prácticas tradicionales de cultivo.


Nos invita a pasar, caminamos por lo que parece ser una pasarela adornada con flores, el aire se siente diferente y una fresca brisa acaricia los rostros. Estamos en el campo de las Heliconias del río. Mientras avanzamos nos comenta: “En la agricultura, ya la rentabilidad es poca. Aquí sirve solo para subsistir. Nosotros intentamos con hortalizas, pero eso implicaba el uso de químicos y yo sentía que ya me iba enfermando”. Víctor y sus hermanos invierten tiempo en el cuido de las Heliconias. Ellos quieren que la historia cambie. Nos lleva hasta el corazón de la propiedad, ahí una fuente de agua le agrega al paisaje un toque de fantasía. “Aquí estamos trabajando en la realización de este dique que funciona como reservorio de agua”, nos explica mientras observamos las obra realizadas con el acompañamiento técnico y financiero de FIAES. 

Un emprendimiento familiar que se ha convertido en un modelo para la comunidad.

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Antes, el cultivo de maíz y hortalizas obligaba a talar muchos árboles. Ahora se ha restaurado la cobertura vegetal, ADIT acompaña el proceso.
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Víctor, sus hijos y sus hermanos comparten una experiencia de transformación agrícola, ahora son productores agro-ecológicos.

Para Víctor, las Heliconias abrieron el camino para transformar una práctica que al no ser manejada de forma adecuada provoca un desequilibrio ambiental y agudiza la inseguridad alimentaria. “Tuvimos el contacto de las heliconias, con eso queremos mejorar, sin aplicar venenos y hemos dejado de talar árboles”, afirma. El proyecto de FIAES ejecutado por ADIT está fortaleciendo la diversificación de la parcela. El apoyo es como agua que hará florecer la semilla de nuevas y mejores prácticas en la comunidad.

Nos lleva 30 minutos recorrer los senderos de esta iniciativa ecológica que se está convirtiendo en un modelo de conservación ambiental y aprovechamiento sostenible de los recursos naturales. Víctor encabeza la marcha con su machete bajo el brazo, haciendo pausas para explicar todos los beneficios que recibió con el proyecto: “Recibimos árboles frutales y Piña de castilla que estamos esperando que den cosecha. Es una gran ayuda porque con nuestros recursos no podríamos comprar esa clase de plantas Además, se han construido los reservorios para retener agua y regar las plantaciones de flores”

Llegamos hasta el río Aseseco, es invierno y el agua es de color café por los sedimentos que arrastra desde la parte alta de la comunidad. Entre las preocupaciones de Víctor se encuentra el tema ambiental, él comenta con tristeza que el peor problema son las quemas y lo que más daño le está causando al río es la tala que algunos ganaderos realizan para la habilitación de potreros. “Lo que más daña es la  “luz de potrero”. Hemos luchado porque este río sea reforestado, pero lo que hacen es llegar hasta el río deforestando y no hay quien los detenga”, lamenta.

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 “Las heliconias son una flor bien bonita, dura más que cualquier otra flor”, comentan. También sirve para que las aves pequeñas puedan tomar agua o alimentarse con pequeños gusanitos que nacen en el follaje. En la parcela de Víctor, se observan una gran variedad de especies como colibrís y tucanes.

¿Plantar?... ¿para qué si no genera dinero?

Retornamos hasta una especie de cabaña que Víctor, sus tres hermanos y su hijo de 17 años, han construido. Es una especie de mirador desde donde se observa casi todo el campo de las Heliconias. Nos sentamos en unas bancas de madera, acomodadas de forma que  sin darnos cuenta estamos en una improvisada reunión.

En esta tertulia, Víctor nos cuenta que muchas veces, sus vecinos le cuestionaron la implementación de nuevas prácticas, incluso ellos llegaron a dudar. Este cuestionamiento surge porque las comunidades desconocen los beneficios ambientales, económicos y sociales que brinda el trabajo de conservación de los recursos naturales como los que FIAES promueve.

Las Heliconias ahora son una fuente de ingreso para la familia. Ya está dando “pisto”, manera coloquial de referirse al dinero. Los beneficios son muchos: Ofrece flores, frutas y momentos para los turistas que buscan un sitio de relajamiento entre la naturaleza. 


Víctor explica: “mi misión es fortalecer esto, tanto fruta como flores. Que sepamos sostenerlo y abrir un mercado. Estamos generando turismo local, la gente de Ilobasco (un pueblo cercano) está viniendo para acá, se vienen a quitar el estrés”.  Ahora se implementa un modelo de negocio que cobra un dólar por persona para ingresar al campo de flores y se ofrecen diversos platillos gastronómicos para atender a los turistas. Los hermanos López coinciden que el beneficio va más allá de lo familiar. “Solo somos un aporte y así vamos sumando con otros a nivel de país, a nivel de Centroamérica, a nivel del mundo. Todos sumamos. Somos pulmoncitos”, comentan acertadamente.

Los suelos son fértiles y en algún tiempo se dijo que Tejutepeque era el granero del departamento de Cabañas, pero el deterioro de los bosques ha provocado una crisis hídrica que ha obligado a muchos han dejar sus comunidades para emigrar hacia los Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades. Los hijos de Víctor han abandonado la idea de migrar, ahora mejor se especializan en carreras técnicas para mejorar la atención en su emprendimiento.

La sostenibilidad de esta iniciativa, y otras que se han generado en la zona, está garantizada gracias al enfoque de gobernanza territorial que incluye a los diferentes actores locales.  Existe un comité interinstitucional del humedal Cerrón Grande, en el que convergen los esfuerzos de restauración ambiental. El Fondo de Inversión Ambiental de El Salvador, FIAES, se ha convertido en un aliado importante por su compromiso con el fortalecimiento de ideas adaptadas para el territorio y sobre todo, por ser artífice de emprendimientos innovadores como las Heliconias… un emprendimiento verde esperanza. 

Ingresos mínimos semanales

$200.00

Personas con algún empleo producto del emprendimiento

 17 

Beneficiarios directos

  25  

Director Ejecutivo

Jorge Oviedo

Coordinación editorial 

Rebeca Calderon de Currlin

Texto y fotografías

Nelson Rodríguez